¿Dónde estás?
Sí, esa es la pregunta que me hago cada vez que pienso en ti, cada vez que me acuesto y no puedo dormir. Cada vez que me despierto en un día de perros, en el que todo me da igual, en el que estoy hecho una mierda y pienso qué estarás haciendo en ese momento.
Fuiste importante para mí, tanto que llegué a adorarte.
Adoré tu rostro, tu pelo, me enamoré de tu sonrisa, adoré cada molécula de oxígeno que por tu nariz entraba y por tu boca volvía a salir. Adoré cada uno de tus gestos y los memoricé, por si jamás los volvía a ver.
Sí, te adoré demasiado, y ahora que te has marchado, todo aquello que he adorado, lo estoy empezando a odiar...
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