lunes, 19 de septiembre de 2011

Como nunca amé a nadie.

-Te quiero.
-No te creo..
-Déjame que te lo demuestre-susurró mientras enlazaba su mano con la mía-He cambiado.
-No te creo..-repetí.
-No hace falta, sólo.. prométeme que estarás conmigo, siempre.
-No puedo.
Suspiré, busqué en mis bolsillos un cigarrillo suelto pero las manos me temblaban tanto que la torpeza me impidió encontrarlo.
“Valor”, si no lo hago ahora volveré a caer.
-No puedo.. no puedo porque volverás a hacerme daño, no puedo porque no te creo, porque nunca te has arriesgado por nada ni por nadie y sé que esta vez no va a ser diferente. No puedo vivir ocultándome, y estaba preparado para hacerlo por ti. Pero ya no puedo..
-Déjame demostrártelo-suplicó.
-No. No puedes derramar un número que se aproxime a la cantidad de lágrimas que he derramado yo por ti, no puedes igualar ni por asomo las tardes que he pasado encerrado en casa, con la soledad como única compañía, los ojos cansados de llorar, y mi corazón esperando por alguien que no va a venir. No puedes..
-Dime que no me quieres.
Suspiré, clavé mis ojos en los suyos y lloré. No como solía hacerlo normalmente encerrado en la oscuridad de mi habitación. No como un berrinche de crío que llora por algo que jamás podrá tener. Una lágrima y una conclusión.
-No te quiero.
Y por fin mis dedos, dieron con el suave tacto del cigarrillo. Lo saqué, y lo encendí en su cara, contemplando el humo salir tras mis largas bocanadas. Y luego me marché, y me cuidé de que no me volviera a ver. Ahora que estaba pasando por lo mismo que yo, no había razón para sentir lástima por quien no la había sentido conmigo. No había razón. Y como siempre, se dio cuenta tarde de las cosas, que yo luché por su amor, y me quedé en el intento. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario