Cada viernes al subir, me encontraré a aquella camarera. Ni siquiera sé como se llama, ni siquiera sé como es porque nunca me he parado a mirarla. Pero sé que estará ahí, me mirará desafiante cada noche al subir a casa. Sé que exprime mis pasos, que le importa una puta mierda lo descarada que pueda llegar a parecerme. Supongo que cada día estará ahí, junto a la puerta del restaurante, mirando desafiante a cada loco que se atreve a pasar. Algún día la echaré un vistazo, sabe demasiado de mi vida como para que yo empiece a averiguar.
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